Durante años, he definido mi vida ciclista a través de la intensidad: entrenamiento incesante, expediciones en solitario y construcción de una comunidad en torno a la inclusión radical. Pero un viaje reciente a Croacia con mi pareja reveló la sorprendente liberación de no estar a cargo. A veces, las mayores aventuras surgen al entregar las riendas.

De viajes en solitario a experiencias compartidas

Mi viaje comenzó hace más de una década. Lo que comenzó como un viaje práctico en DC, impulsado por una sola velocidad construida por un hermano, evolucionó hasta convertirse en un salvavidas después de una ruptura difícil. El ciclismo ofrecía estructura, comunidad y un escape. Al mudarme a Atlanta en 2015, mi primer viaje en bicicleta por Silver Comet Trail consolidó mi adicción. Fue brutal, estimulante y absolutamente transformador. La libertad de llegar a lugares lejanos por mis propios medios se volvió embriagadora.

Sin embargo, las barreras financieras (el costo del equipo adecuado para una mujer negra queer en el sector sin fines de lucro) eran reales. Esto me llevó a Radical Adventure Riders (RAR), un movimiento dedicado a hacer que el ciclismo sea más inclusivo. Con el tiempo, fundé RAR ATL, que organiza paseos mensuales, talleres y una biblioteca de equipo gratuita. El objetivo: crear un espacio seguro y acogedor para las comunidades marginadas que a menudo enfrentan hostilidad simplemente por existir.

El desafío del equilibrio

Mi acercamiento al ciclismo es… minucioso. Largos días sobre la silla, entrenamiento constante y una profunda inmersión en las habilidades al aire libre son estándar. Mi pareja, Lyn, prefiere un ritmo más informal. Para cerrar la brecha, optamos por una visita guiada de una semana con Intrepid en Croacia. La idea no era sólo andar en bicicleta, sino encontrar un equilibrio entre esfuerzo y relajación.

Croacia demostró ser un ambiente inesperadamente acogedor. Las protecciones legales para las personas LGBTQIA+ significaron que nos sentíamos seguros y cómodos expresando afecto en público, algo que no siempre está garantizado en otros lugares. El grupo del tour en sí era diverso (un médico jubilado, un abogado de inmigración y otros), creando una atmósfera de apoyo en la que incluso los pasajeros menos experimentados se sentían empoderados.

El alivio de no liderar

Para alguien que habitualmente planifica cada detalle, la experiencia de simplemente estar en un viaje fue reveladora. Nuestro guía, Davor, tenía un conocimiento excepcional, no solo de las rutas sino también de la cultura y la historia locales. Hizo todo lo posible para garantizar que todos se sintieran cómodos e informados.

Hubo momentos de verdadero desafío físico, como la extenuante subida a Hvar, pero las recompensas (vistas impresionantes e, inevitablemente, helado) hicieron que valiera la pena. Más importante aún, podía concentrarme en apoyar a Lyn, recordándole que era capaz de salir adelante cuando dudaba de sí misma. El alivio de no tener que lidiar con la logística o preocuparse por la seguridad por una vez fue profundo.

Una nueva apreciación por el descanso y la conexión

Este viaje no fue sólo para andar en bicicleta; se trataba de redescubrir el placer de viajar. Con demasiada frecuencia, mis “vacaciones” son simplemente una actividad física más intensa en un nuevo lugar. Croacia ofreció algo diferente: una combinación de desafío, exploración y auténtico tiempo de inactividad.

La experiencia me recordó por qué me enamoré del ciclismo en primer lugar: la conexión con la tierra, la sensación de libertad y el poder de la naturaleza. Pero también me mostró que, a veces, lo más empoderador que puedes hacer es dejar que otra persona lidere. La oportunidad de vivir la aventura de una manera segura y acogedora debe ser accesible para todos, especialmente para aquellos que históricamente han sido excluidos. Este viaje solo ha fortalecido mi determinación de seguir construyendo esos espacios, un paseo en bicicleta a la vez.